El reconocimiento del contexto histórico y social en el que vivimos requiere de cierta cantidad de sentido común, en definitiva, los cambios que la digitalización ha traído consigo han marcado una revolución de la sensibilidad y la manera en la que entendemos el mundo y su entorno, esto se aplica a la política y las maneras en que la sociedad se organiza, también a la manera en que nos comunicamos y asumimos nuestra afinidad o indiferencia hacia los demás.
Las capacidades cognitivas y afectivas se han modificado en cierto modo. La cantidad de información a la que tenemos acceso gracias a la web nos satura y por ello, la falta de un criterio informativo claro, las noticias falsas se han convertido en un negocio económico y político que prolifera de manera desmedida. Se hacen a un lado las razones o la lógica cuando una publicación en una red social afirma tal o cual cosa, no nos damos el tiempo de verificar su origen o fuente y esto se acrecienta con la viralización que se da en las plataformas socio digitales. El negocio es claro, los likes y las vistas.
La pandemia fue un transformador involuntario del modo en que nos informamos y nos comunicamos, hasta en como trabajamos. Los medios tradicionales perdieron un poco de terreno; sin embargo, siguen manteniendo la hegemonía, ya que su alcance y penetración es mucho mayor de lo que la conectividad pudiera alcanzar y la falta de conectividad se convierte en una violación al derecho de acceso a la información de la sociedad, pues no hay más opción que la radio o la televisión por el tema de cobertura, los diarios de papel prácticamente son inexistentes más allá de las grandes ciudades.
También es necesario discutir sobre la credibilidad que mantienen los medios y periodistas. Es innegable que estamos ante una crisis del periodismo y no solamente en nuestro país, es un fenómeno que ocurre en el mundo entero, por ello, el público ha recurrido a la red y los contenidos que se pueden tener por este medio. YouTube, portales independientes, Facebook, TikTok, Twitter, entre otras redes sociales se han convertido en la fuente informativa de un gran sector de la población. Se ha dejado de lado al discurso y el debate se ha rebajado a un tuit, esto simplifica los temas trascendentales, es como el efecto de un telediario, solamente se toca una nota de forma somera, sin adentrarse en el fondo de la información dura o de los datos.
En alguna ocasión el periodista Ryszard Kapuściński afirmó que cuando los medios notaron que la noticia era un negocio se dejó de lado la verdad. Este es un hecho del que hemos sido testigos forzados. El modelo neoliberal ha transformado a los medios en conglomerados transnacionales que solamente se interesan en entregar buenas cuentas a sus inversionistas y la información también ocupa horarios triple A en los monitores del planeta, además de que dependiendo el modelo o gobernante es el trato que se le da a las notas que se presentan y publican.
En México el periodismo es uno de los oficios más peligrosos de ejercer. El número de periodistas asesinados de enero a agosto de 2022, según cifras de Artículo 19 fue de 13, convirtiendo a nuestro país en el más letal de Latinoamérica para ejercer la labor de informar; sin embargo, una diferencia que existe con años anteriores como el 2017 que la cifra mortal abarcó a 12 comunicadores asesinados es que, el gobierno no se ha visto señalado, pero si se la ha reclamado mayor seguridad para que los periodistas puedan ejercer su labor sin temer por su vida.
En este caso, el problema recae en el tratamiento de la información, ya que por algunos medios estos dolorosos y macabros datos han sido tomados como banderas políticas para lanzarse contra el gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador, que sin entrar en mucho detalle, impulsado una estrategia de seguridad pública que ha causado polémica; sin embargo, los datos sobre el número de asesinatos que heredó de sus antecesores eran realmente espeluznantes, difícilmente podía parar en automático la inseguridad que estaba azotando al país.
Probablemente la posibilidad de generar mejores condiciones para los periodistas también debe de analizarse desde sus condiciones laborales, las cuales por cierto son muy malas. Los medios también son empresas neoliberales que no respetan los derechos laborales de sus trabajadores, que velan por sus ingresos y ahorran en sus egresos, sobre todo en el costo laboral.
Hay muchos factores que intervienen en el entorno de la información que finalmente llega a los consumidores de ésta, pero lo que influye de mayor manera son los intereses políticos y económicos de los que puede generarse por medio de la información. El periodismo observa a la política, la analiza, pero también la hace y este podría ser el caso de las filtraciones, mismas que no deben de confundirse con el periodismo de investigación, el cual ha sido muy delimitado por el costo que le representa a las empresas propietarias de los medios masivos.
Una filtración publicada siempre lleva una carga de intereses muy perversa, no se da por casualidad, no llega por la búsqueda de la información del periodista, llega a las manos de los lectores o de los auditorios porque alguien quiso que así fuera, porque afectaba a un rival económico o político, o simplemente por mera desestabilización que representa una ganancia para un grupo selecto.
La filtración del informe sobre el caso Ayotzinapa representa la defensa mediática del grupo más oscuro de la política mexicana. Representa la revictimización de familiares y de los mismos desaparecidos, representa la defensa de intereses agazapados entre los matorrales de la impunidad más descamisada de nuestro país y esto sólo se puede dar en un contexto en que la falta de ética del periodista está desgastada o simplemente el llamado “chayote” tuvo un efecto persuasivo y profundo en la moral de quien publica esta información.
Los medios deben ser honestos con sus líneas editoriales, pueden tener la que sus dueños o intereses consideren correcta o eficiente, lo que no se vale es mentir y asumirse como paladines de la prensa libre, cuando realmente están capturados por los intereses políticos o económicos más oscuros de los sótanos del poder no oficial.
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